martes, 30 de septiembre de 2014

Notas de lectura. La República, libro VI y VII

El texto que comentamos en clase pertenece al libro VII de La República. En esta entrada vamos a hablar de él y del libro VI, con el que está íntimamente relacionado. En este blog podéis leer, en distintas entradas, algunas de las ideas más importantes de los restantes libros.

El libro VI de La República comienza con la cuestión de "qué son los filósofos y qué los no-filósofos". Los filósofos serían "los que pueden alcanzar lo que se comporta siempre e idénticamente del mismo modo" frente a los que "deambulan en la multiplicidad abigarrada"; los que poseen el conocimiento de "lo que es" cada cosa, y tienen en el alma "un paradigma manifiesto", dirigiendo la mirada "hacia lo más verdadero". Sus naturalezas siempre aman el estudio "que les hace patente la realidad siempre existente y que no deambula sometida a la generación y a la corrupción". Son los que buscan el placer del alma en el conocimiento, y abandonan los placeres corporales; son moderados, de buena memoria, facilidad de aprendizaje, dotados de mesura y gracia, ni servil, ni jactancioso ni cobarde... A estos hombres, "una vez perfeccionados por la educación y por  la edad", se les encomendará el Estado, aunque paradójicamente sean frecuentemente mal tratados por éste, censurándolos como charlatanes o inútiles, como "observadores de las cosas que están en lo alto".
Más tarde, Sócrates advierte contra la enseñanza de los sofistas, capaces de corromper con la persuasión de las palabras a las almas bien dotadas: "Cada uno de los que por un salario educan privadamente, a los cuales llaman sofistas y tienen por sus competidores, no enseñan otra cosa que las convicciones que la multitud se forja cuando se congrega, y a lo cual los sofistas llaman sabiduría". Junto a la hostilidad platónica a los sofistas, sólo comparable a la que tenía con Demócrito, Platón defiende una posición elitista de la actividad filosófica: la multitud no puede ser filósofa, no puede soportar o admitir que existan las Ideas o cosas en sí, y no la multiplicidad de lo real; y por tanto "es forzoso que los que filosofan sean criticados por ella", así como por "aquellos individuos que se asocian con la masa y anhelan complacerla". Pero los que escapan a la "locura de la muchedumbre" , no lograrán crecer, en cambio, si no encuentra la organización politica adecuada. Y ninguna de las constituciones políticas de la época, según Sócrates, son dignas de la naturaleza filosófica.
  
Para Platón la filosofía es una tarea especialmente de la edad madura, y cuando se puedan abandonar las tareas políticas y militares, será el momento de ocuparse libremente de la filosofía para así vivir dichosamente. Platón no cree imposible que esos pocos filósofos puedan en alguna ocasión encargarse del Estado, o que en los que ahora gobiernan se encienda "un verdadero amor por la verdadera filosofía".   
Y es que, ningún Estado será feliz "a no ser que su plano esté diseñado por los dibujantes que recurren al modelo divino", borrando lo anterior. Pero antes habrá que determinar "por medio de qué estudios y ocupaciones se formarán (los futuros gobernantes) y a qué edad se aplicarán a cada uno de ellos". No deberán esforzarse menos en estudiar que en practicar gimnasia, y respecto al estudio deberán esforzarse en alcanzar el "estudio supremo", el conocimiento de la Idea del Bien. Y para explicar esta idea, Sócrates recurrirá en este libro VI a dos símiles, el del sol y el de la línea.
  

  
En su Historia de la filosofía occidental, B. Russell se plantea, al confrontar a Platón con las ideas modernas, la cuestión de si existe una sabiduría (entendida como conjunto de aptitudes que permitirían gobernar sabiamente) y, si existiera, qué forma constitucional permitiría ese gobierno de sabios. Es evidente, señala Russell, que "ninguna selección legal entre ciudadanos tiene probabilidades de ser más prudente en la práctica que toda la comunidad estatal... El problema de encontrar un grupo de hombres sabios para entregarles el Gobierno es, de esta manera, insoluble. Esta es la razón definitiva en favor de la democracia" (Russell, 2003:145).

El libro VII comienza con el símil de la caverna, que ya comentamos ampliamente en clase. A continuación, Platón señala la posibilidad de que el que pase de las "cosas divinas" a las "humanas" podrá comportarse desmañadamente y quedar en ridículo, por "ver de modo confuso" y no estar acostumbrado a las tinieblas de la caverna. Luego critica a los que definen (los sofistas) a la educación como una ciencia que no está en el alma, sino que "ellos la ponen, como si se pusiera la vista en ojos ciegos"(518c). Por consiguiente, señala Platón, educar será enseñar a mirar correctamente: "La educación será el arte de volver este órgano del alma del modo más fácil y eficaz en que puede ser vuelto, mas no como si se le infundiera la vista, puesto que ya la posee, sino, en caso de que se lo haya girado incorrectamente y no mire adonde debe, posibilitando la corrección" (518d). La "excelencia del comprender", que Platón sitúa en el alma, corresponde "a algo más divino" que las demás excelencias del alma y del cuerpo, pero dependiendo de adonde se dirija, puede ser útil y provechosa o perjudicial.


También el alma de los "malvados", indica Platón, mira con agudeza y penetrantemente. Para evitar esto, es necesario que desde la infancia "se trabajara podando en tal naturaleza lo que, con su peso plomífero y su afinidad por lo que tiene génesis..." inclina hacia abajo la vista del alma (519b).
Estos hombres forjados por el Estado tendrán la obligación de trabajar para la consolidación del mismo, "pues nuestra ley no atiende a que una sola clase lo pase excepcionalmente bien en el Estado, sino que se las compone para que esto suceda en todo el Estado", aunque añade que esta armonía de los ciudadanos se puede conseguir por la persuasión o por la fuerza (519e). Los gobernantes, educados como "conductores y reyes de enjambres" deben descender obligatoriamente a la morada común. Sólo el modo de vida de la verdadera filosofía, según Platón, lleva a no ambicionar el mando político, ni querer aprovecharse de él.

A continuación, se trata de examinar de qué modo se formarán los futuros gobernantes. Las "artes" son consideradas indignas y el arte de calcular y la aritmética son recomendadas si se emplean "para conocer y no para comerciar". También la geometría y la astronomía sirven para apuntar al conocimiento de las esencia, pues "si alguien intenta instruirse acerca de cosas sensibles, ya sea mirando hacia arriba con la boca abierta o hacia abajo con la boca cerrada, afirmo que no ha aprendido nada, pues no obtendrá ciencia de esas cosas" ( 529b). Así, el joven escogido se ocupará, entre los veinte y treinta años, como señalaba B. Russell (2003:166), en los cuatro estudios de Pitágoras: aritmética, geometría (plana y de volúmenes), astronomía y armonía. Unos estudios que no serían realizados con un espíritu utilitario, sino con objeto de preparar su inteligencia para la visión de las cosas eternas.
Al que se demuestre experto en los estudios anteriores se le revelará el poder dialéctico, que permite llegar a lo que es en sí cada cosa. Deberá tener "buena memoria, perseverantes y amantes en todo sentido del trabajo". Y así, cree Platón, se podrá vencer "el error y el descrédito que se abaten actualmente sobre la filosofía", pues "no se la cultiva dignamente" (535c). Pero también añade Platón que esta instrucción no deberá ser compulsiva, "porque el hombre libre no debe aprender ninguna disciplina a la manera del esclavo; pues los trabajos corporales que se practican bajo coerción no producen daño al cuerpo, en tanto que en el alma no permanece nada que se aprenda coercitivamente"(536e). Añade Platón que se debe educar a los niños jugando, y divisando "aquello para lo cual cada uno es naturalmente apto".
Sobre la dialéctica, no obstante, Platón advierte de que es necesario tomar todo tipo de precauciones, evitando dejar gustar de ella a los jóvenes que, en las discusiones, "las practican indebidamente convirtiéndolas en juegos, e imitando a los que los han refutado a ellos refutan a otros", precipitándose en el escepticismo respecto de lo que antes creían y conduciendo la filosofía al descrédito. Parece evidente aquí la critica a la dialéctica sofísta.
Tras cinco años dedicados a la dialéctica, los jóvenes deberán descender nuevamente a la caverna y ejercer tareas militares y "desempeñar cuantos cargos convienen a los jóvenes", para así adquirir experiencia (algo en lo que -advierte Platón- no deben quedarse atrás respecto a los demás). Tras quince años, aproximadamente a los cincuenta, podrá pasar la mayor parte del tiempo con la filosofía, gobernando el Estado cuando le toque su turno.
Por último, Platón insiste al final del libro VII que todo lo dicho anteriormente vale igualmente para las mujeres y que "no son castillos en el aire, sino cosas difíciles pero posibles de un modo que no es otro que el mencionado" (540d).

Cuestiones para el cuaderno:  ¿Qué diferencias establece Platón entre filósofos y sofistas? ¿Qué inconvenientes ve el filósofo inglés B. Russell en la aristocracia de sabios platónica? ¿Cómo entiende Platón la educación? Describe brevemente el proceso de educación de los futuros gobernantes.

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