martes, 2 de febrero de 2016

La Edad Moderna. La revolución científica y sus conexiones con la filosofía: René Descartes

La filosofía de la Edad Moderna (siglo XVII-XVIII)  se ha caracterizado por la presencia de dos grandes corrientes de pensamiento-racionalismo y empirismo- muy influidas por la revolución científica que se desarrolla en esta época y por la agitada situación política (revoluciones burguesas, guerras religiosas...).
El Barroco refleja este mundo inestable, intentando mostrar lo mutable y fugaz de la realidad, su complejidad, como muestra su gusto por los laberintos que pueblan muchos de sus jardines, las variaciones y repeticiones de su música, o su pasión por los relojes, que miden nuestro tránsito temporal por un Universo mecánico.
Los grandes mitos gestados en el Barroco reflejan una fuerte tensión interna: entre la realidad y la apariencia (Don Quijote), entre la realidad y el deseo (Don Juan), entre el sueño y la vigilia (Segismundo). Pensadores como Descartes buscarán un criterio firme de verdad que pueda poner orden y claridad ante tanta confusión.

Frente a la episteme renacentista, asentada sobre la figura de la semejanza, un universo de resonancias en el que las cosas reenviaban unas a otras, la revolución epistemológica cartesiana, una ciencia universal del orden y la medida, pretendía deslindar con nitidez la luz de las tinieblas, Dios del diablo, la verdad y el error. Frente al animismo renacentista, el mecanicismo cartesiano intenta despejar un mundo en el que la magia, la brujería y las intervenciones del diablo constituían cuestiones de capital importancia, obsesionando a teólogos, médicos, jueces o filósofos. Abundaban en esta época en Francia los procesos judiciales contra la brujería, y no cesaron hasta un edicto de 1682, que los definió como "explotación de la ignorancia". Entre 1560 y 1630 tuvo lugar en toda Europa una terrorífica ofensiva contra brujas y brujos. La presencia ubicua del maligno y su poder sobre la naturaleza humana hacía dudar de la verdad, y hasta los más sabios quedaban sumidos en la perplejidad y la duda.

Durante el siglo XVII las redes científico-matemáticas y filosóficas interactuaron en gran medida. Como ha señalado Randall Collins (Sociología de las filosofías, Barcelona, Hacer, 2003), cinco de los seis filósofos principales de este siglo fueron científicos activos, y dos de ellos (Descartes y Leibniz) fueron matemáticos de primera clase. Como indica Collins, los filósofos principales de esta época parecen obtener parte de su creatividad de su cercana conexión con la ciencia. A partir de 1600 se produce, entonces, un despegue de la epistemología (teoría del conocimiento), que se volvió más exhaustiva. La creatividad de este periodo se debería a la reorganización de las redes intelectuales, en la que influirían dos cambios estructurales importantes: la concentración de la atención en un frente de investigación que avanzaba con rapidez, en primer lugar en las matemáticas; y el desplazamiento de la Iglesia del control de los medios centrales de producción intelectual:  
El desplome organizativo de la Iglesia condujo a los intelectuales católicos de ambos bandos a buscar alianzas, lo que cargó de energía los conflictos de la astronomía y las matemáticas y les confirió una significación más general
Curiosamente, en una época en la que se pretende promover la ciencia y destruir la argumentación filosófica tradicional, se produce, especialmente a finales del siglo XVII, la mayor eclosión de sistemas metafísicos en siglos, que culminará con uno de los idealismos más extremos, el del G. Berkeley.
Las redes intelectuales del siglo XVII estaban llenas de diplomáticos, refugiados y comerciantes viajeros, que establecieron sus propios círculos y redes de correspondencia, como el que formaría Mersenne en París, del que se beneficiaría Descartes.

A comienzos del siglo XVII confluyeron las innovaciones desarrolladas en el siglo anterior en las ramas de la astronomía, de la matemática y la física, conformando una vanguardia científica consciente de sí misma y de la revolución iniciada. Tanto Bacon como Descartes creyeron encontrar un método para realizar descubrimientos y que los problemas futuros se resolverían rápidamente.  
La revolución filosófica se inició, pues, como el anuncio de la supremacía de la ciencia como único camino verdadero hacia el conocimiento, aunque se evitara infringir el estatus de la religión. Descartes, junto con el inglés Bacon, representan esta revolución filosófica, reclamando un espacio de atención autónomo, aunque evitando entrar en especificidades teológicas, así como cualquier contaminación herética. Para ello defendieron una ruptura clara con el pasado. Así, Descartes, aunque deudor en gran medida de la filosofía escolástica, se esforzó sobremanera por disimular sus fuentes, y presentó su método como una técnica para deshacerse de todo el conocimiento aceptado y empezar a construir desde cero.
Parte de este despegue científico se debió al desarollo de tecnologías de la investigación, nuevas herramientas de observación y medición como el telescopio, el barómetro, el termómetro o la bomba de vacío. Las matemáticas mismas se convirtieron en una tecnología investigativa, surgiendo regiones nuevas de las matemáticas superiores gracias a la recombinación de especialidades.

Entre las condiciones externas al despegue científico de esta época se suelen señalar el capitalismo inicial y la Reforma protestante. Es cierto que el capitalismo impulsó las matemáticas comerciales y las nuevas tecnologías, pero por sí solo, señala Collins, hizo poco por reordenar las redes intelectuales. La Reforma, por su parte, no fue sino un episodio espectacular de una larga serie de conflictos y reorganizaciones entre el poder religioso y político. La ciencia no reflejaría el espíritu del protestantismo, como expuso Weber, sino que la parte católica de la red era más antigua y, en muchos aspectos más central. Más bien, sucedió que "la creciente polarización en Reforma y Contrarreforma aportó simplicidad y concentró la atención en unas pocas líneas clave de controversia, a la vez que elevó en gran medida el nivel de energía emocional".

Descartes supone además, afirma Collins, un extraño caso de liderazgo en múltiples campos intelectuales (filosofía, matemáticas y ciencia). Descartes fue arrastrado hacia la ciencia por la red de matemáticos y experimentadores holandesa (Stevion, Snel y Beeckman), con los que entró en contacto en sus viajes como soldado mercenario, y fue para él crucial el apoyo del círculo de su antiguo compañero Mersenne.
Descartes marcó el estándar de notaciones matemáticas, dispersas por los libros de textos comerciales. Fue un propagandista del desarrollo futuro de la ciencia y creyó que podía mostrar el método por el que todos los problemas científicos acabarían resolviéndose: “La propuesta de Descartes fue derivar la ciencia de las técnicas de las matemáticas. El resultado fue que desestimó el lado empírico de la ciencia. Su método fue una generalización de la argumentación matemática. Al usarlo para construir una ciencia del mundo materialmente extenso, Descartes se olvidó de la significación de las mediciones empíricas y de los principios matemáticos inductivos de la física. Llegó tan lejos como a desechar la ley de gravedad de Galileo porque era meramente empírica”. Pero los procedimientos metodológicos de Galileo estuvieron lejos de los procedimientos reales de la revolución científica. No obstante, el sistema deductivo de Descartes se convirtió en emblema principal de la “filosofía mecánica”. Sus Principios de filosofía de 1644 constituyeron el informe más comprehensivo de todo el espectro de la ciencia, e incorporaban todas las disciplinas, desde la física, la química y la fisiología, hasta la mecánica celeste, en un único sistema materialista.
El escepticismo que Descartes usó como su famoso punto de partida había sido prominente en la generación anterior, y en la suya propia. Montaigne lo había hecho popular. Y es que la vida intelectual europea desde finales del siglo XIV estaba fragmentada en diversas facciones escolásticas, humanistas, místicos y ocultistas, sin un foco central para sus controversias. Se trata, según Collins, “de la típica aparición del escepticismo en un periodo en el que la red estaba superpoblada y ninguna postura podía lograr un gran seguimiento...”. Pero Descartes puso esa arma al servicio de una estrategia, la de “eliminar a sus predecesores en el campo intelectual y dejar claro el terreno para los axiomas indubitables a partir de los cuales se podía construir el conocimiento seguro”. 

Documental sobre la figura de Descartes en la historia de las matemáticas:
Cuestiones para el cuaderno: ¿Qué grandes transformaciones políticas y culturales caracterizaron a la Edad Moderna? ¿Qué conexiones estableció la filosofía con la naciente revolución científica de Copérnico y Galileo? ¿Qué dos grandes transformaciones se produjeron en las redes intelectuales?
¿Qué conexiones mantuvo el pensamiento de Descartes con la argumentación matemática y con la medición empírica? ¿Qué papel jugó el escepticismo en la vida intelectual del siglo XVII?

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